lunes, 12 de noviembre de 2007

¡NO ME ENFERMES CON TUS PALABRAS!

Lo que el no sabía, es que ella todo ese tiempo pensó en él, y que repitió su nombre varias veces seguidas evocándolo cuando caminaba todos los días -y en especial algunas tardes nubladas y sin frío- por esa calle de la cual nunca supo el nombre…
Tampoco sabía que ella lo esperó, lo esperó sola y hasta tarde, y el nunca llegó, no la encontró… y ella se quedó esperándolo sentada y sola, hasta que cayó el rocío en sus pies cubiertos por sus zapatillas favoritas (que por supuesto no servían para el agua)… Y no podía avanzar así...

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